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jueves, 8 de febrero de 2007

El poder de los símbolos (II)

2. El poder del símbolo: la Coca-Cola

El poder que puede llegar a desarrollar un símbolo se ejemplifica con el de la bebida más popular de nuestra cultura: la Coca-Cola. Todos hemos escuchado hablar de ella. Todos conocemos su icono, sus lemas, sus colores. Incluso su sabor se ha convertido en todo un símbolo para sus seguidores. De hecho, el ultimo intento de cambiar la formula por parte de los productores fue considerado un atentado contra el símbolo de la bebida. Si no fuera por lo afianzado de su poder, ¿Por qué iba la gente a rebelarse cuando quitan de la formula uno de lo elementos mas prohibidos en todas partes del Mundo? En efecto, el poder de la “chispa de la vida” es tal que el intento de eliminar la cocaína de entre sus componentes, aun siendo una sustancia rechazada, se entiende como una alteración del símbolo.
Las personas, los consumidores, necesitan todo el símbolo, incluyendo su sabor.


Por otra parte, la formula de la bebida es secreta, otra paradoja si tenemos en cuenta que la legislación estadounidense en materia alimenticia es una de las mas estrictas del Mundo.
El porque se ha convertido la Coca-Cola en símbolo de nuestra cultura y como ha desarrollado su poder es algo que aun sueñan con descubrir muchas personas. Lejos de su simbología, no hay que olvidar que la bebida no es, en esencia, mas que otro producto mercantil; eso si, con una amplia capacidad de generar riqueza.


3. La danza de la cultura: mundo indígena y Derechos Humanos

Nuestra cultura actual viene marcada por su sistema económico: hoy día, el neoliberalismo, como muchos lo llaman, determina las relaciones entre los seres humanos. Viendo la situación de pobreza de muchos y la amplia riqueza de otros pocos, parece evidente que el Mundo necesitaría un nuevo modelo, o al menos una revisión del actual, capaz de conjugar las necesidades económicas de mercado con un respeto incuestionable de los Derechos Humanos, de todos los humanos.

Sobresalen aquí los dos símbolos fundamentales estudiados en el texto “La bolsa y la vida”, de Lluis Basset. Por una parte, el capital, algo intangible, abstracto. Pocos lo conocen en profundidad y, sin embargo, todos lo respetamos. Su poder es muy fuerte. Por otra parte, los Derechos Humanos, algo que todos conocemos o, al menos, intuimos, y que pocos respetan. Una paradójica dualidad. Como ocurría con la Coca-Cola, que todos bebemos y después nos sorprendemos al conocer que se realiza a partir de extracto de cocaína, el capital es un símbolo que pocos conocen a fondo.

Precisamente por esta falta de respeto hacia los Derechos Humanos surgen muchos de los conflictos que actualmente afloran en todas partes del Mundo: independentismo o indigenismo surgen por la reclamación de ciertas comunidades del reconocimiento de su cultura -recordemos: la cultura, en buena medida, viene determinada por el poder de sus símbolos-. Así, los colectivos indígenas se basan en su riqueza cultural para reivindicar su independencia, como subcultura, dentro de una sociedad dominada por otra cultura y otros símbolos.

La clave del éxito estará, sin duda, en alcanzar la convivencia pacifica entre culturas. En definitiva, en el paso hacia la interculturalidad y la construcción de la Comunidad Humana, sin exclusiones, sin discriminaciones. Un Mundo donde todas las culturas convivan en un clima de intercambio y enriquecimiento mutuo.


® EL HUMANISTA DE LA REVISTA

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