Hacia otro lado (27/07/06)
Parece mentira. Hace casi un año desde esta carta y apenas veo cambio alguno. La barbarie sigue...
Anoche llegué a casa más temprano de lo habitual. Intentando encontrar en su programación una suerte de nana que me incitara a dormir tranquilo, decido encender el televisor. Ingenuo, me sorprende una enorme explosión. Cientos de personas corren despavoridas con sus rostros inyectados en el horror que se avecina. Cambio de canal, tratando de mirar a otro lado. Imposible. La barbarie es brutal y no se puede disimular. Ahora, en este nuevo canal, el reportero nos ofrece una visita guiada por la ciudad de Beirut: casas asoladas, edificios históricos que pasan a la historia, puentes irreconocibles… Viajar ahora puede ser una gran oportunidad para los amantes de la destrucción -me consta que existen-. Yo no quiero seguir viendo eso. Prefiero cambiar de nuevo. Y ahí es donde decido que ya tengo excusa para no dormir. Como el crío que no quiere ir a la cama después de ver la película de terror, mi mente se descompone al observar en la pantalla los rostros de varios niños que, aterrorizados y sin entender nada, se ven obligados a correr hacia ninguna dirección, huyendo de tanques y armas de guerra. Niños que, sin habérselo merecido, se ven envueltos en un improvisado homenaje a la incoherencia y la mezquindad. Niños que sufren unos disparos que jamás debieron dirigirse contra ellos. Pero ocurre. Y a mí no me deja dormir.
Israel desafía las leyes de la coherencia y se dispone a realizar nuevas atrocidades. Ya lo hizo anteriormente: en el 75 y en el 82, las invasiones más sonadas. Claro, es fácil hacerlo cuando tienes el beneplácito del resto del mundo. Me explico, mientras millones de personas asisten día a día a la desagradable cita televisiva con el caos y la mencionada incoherencia, sus gobernantes se empeñan en demostrar que no saben cumplir con eficiencia la tarea, precisamente, de gobernar. La fuerza de manejar es ínfima si no te llamas Estados Unidos. No se puede condenar el ataque israelí, dice Rice, Reina de la Sinrazón, ni se puede llegar a un acuerdo por la paz. De momento, no. Algún día conseguirán explicarnos el porqué. Algún día…
Y, lo peor, mientras eso que llamamos Comunidad Internacional sigue empañada en demostrarnos que sirve para algo –aunque más bien parezca querer demostrar justo lo contrario- esos miles de niños siguen corriendo asustados. Las bombas siguen maltratando ciudades y derrumbando los pilares de la Historia. Los soldados, da igual la bandera, siguen luciendo orgullosos el cuerpo de ese infeliz que, mala suerte, pasaba por allí. Y nosotros seguimos mirando hacia otro lado, reprochando que algún político se vista con pañuelo para así distraer nuestros cerebros. Como todos –Bush y su juguete EEUU, la ONU, la OTAN, los que en Irak corrieron a salvar el oro negro que podía perderse…- disimulando.
Como todos, mirando hacia otro lado.
Andrew LeMarek. Montilla, 27 de julio de 2006
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