Juan
Juan no paraba de andar,
En las calles había termitas,
Pero él era impasible.
Olía todas la mañanas a
Naranjas podridas y periódicos viejos.
Al despertarse siempre
Dejaba los sueños en un cajón de madera.
Al acostarse se encendían, todos juntos,
Uno a uno caían entre las sábanas, a su manera
-como una mano prieta
agarra una vara
para que no se tuerza-
las intenciones de Juan perdían fuerza.
Juan buscaba el camino,
Oliendo a naranjas podridas,
A periódicos viejos en una acera,
Y no comprendía como el destino,
Sagaz silbido de una paloma que vuela,
Le había llevado en la dirección correcta.
extraído de El asesino, de Joe Eztrummer.
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