Aquella noche
AYER COMENZARON A LLEGAR A NUESTRA REDACCION, DIRIGIDA POR UN IMITADOR DE PEPON NIETO, LAS ESPERADAS CARTAS DE UN LIBERTIANO, Y, HOY, EL RELATO DE NUESTRO COLEGA VYKTOR NIZKOR, DISFRUTENLO:
AQUELLA NOCHE
La noche se abre paso con un estrépito de silencio. Bajo el tenue resplandor de la Luna se oyen carcajadas que suenan apagadas por la lejanía de quienes se divierten. Acá llegan sus voces ebrias traídas por una leve brisa que ondea la ropa colgada en las fachadas de los edificios, una brisa suave y generosa, una brisa de verano. Al mismo tiempo se huele el alcohol de la noche, se observan sus efectos en aquellos jóvenes bailarines, improvisado su número en la parte izquierda de una vía de único sentido.
En otro punto, un chaval corre con algo en la mano. Parece asustado, huye. Huye perseguido por una mujer que grita y que da por perdido su bolso. El bolso oscuro parece camuflarse en las tinieblas cuando el joven ladronzuelo se pierde en la noche. La noche provoca llanto y desazón en la desesperada mujer, que no puede hacer sino consolar la pérdida observando las estrellas. Una parece guiñarle el ojo.
Las carcajadas de los muchachos se confunden con un ruido aún más lejano, un ruido que parece acercarse. Un resplandor de luz y de sonido se abre paso entre la multitud, y se dirige hacia un anciano tendido en el gris del suelo. Un gris manchado de rojo y perversión. Pero las carcajadas no se agotan, la noche es larga y los malestares efímeros. El resplandor de luz y de sonido regresa por el mismo sitio por donde vino.
Aquí, a la derecha, parece moverse alguien con evidente destreza. Está claro que es un personaje de la noche, y bajo la decadencia de una estrella fugaz deambula su vida entre golpe y golpe, entre sombras. Ese noctívago solitario no tiene más ambiciones que observar a esos jóvenes que se divierten. El día que él falte, algo faltará en la noche.
Después del guiño, la mujer da explicaciones a dos agentes de policía, mientras sus compañeros sostienen entre sollozos a un joven asustado. La mujer está enfadada, pero le mira con una sensación mezcla de dolor y compasión. La noche debilita los corazones, es cierto, y aquella era una noche tolerante.
Una pareja supera el último eslabón que falta para culminar su punto de encuentro. Los dos se besan en un rincón del mundo perdido, en una esquina de la noche, mientras la Luna, cómplice de su historia, sonríe al resto del mundo, ajeno a ese rincón perdido.
El resplandor de la Luna en el agua ayuda a caminar a ese joven que deambula bajo el cielo estrellado, camino del mar, al encuentro del amor perdido en los besos crueles de su heroína favorita. Pero él está dispuesto a todo por esos besos, la soledad es terrible y ella lo evade en las profundidades de un abismo infernal.
Algún bar ya está a punto de cerrar. Mientras los empleados empujan a un grupo de amigos por la salida trasera del garito, una oleada de humo me sorprende mirando por la ventana. Huele a Farias y me recuerda que la noche acaba. El despertador del vecino no tiene engaño y suena al dormir la noche. Los muchachos se van a casa, el bar termina de cerrar y el joven ladronzuelo huye de nuevo. En algún colchón, una nueva pareja descubre el amor, y ahí en el parque, un mendigo sin más patria que la noche descansa entre cartones. En el mar amanece un joven que yace boca abajo, aunque a nadie le importará. La noche se apaga sin gritos, sin luces, sin llantos, sin soledades. Las estrellas sonríen y se guiñan. La Luna duerme tranquila. Inerte, desaparece. Fue la noche. Hoy fue aquella noche.
Aquella noche es siempre.
VYKTOR NIZKOR.....Sevilla, 27 de febrero de 2004
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